Como
en tantas y tantas de sus pesadillas, empezó a huir
despavorido. Las botas de sus perseguidores sonaban y
resonaban sobre las hojas secas. Las omnipotentes
zancadas se acercaban a un ritmo enloquecido y
enloquecedor. Hasta no hace mucho, siempre que entraba en una pesadilla, su salvación había consistido en despertar, pero a esta altura los perseguidores habían aprendido esa estratagema y ya no se dejaban sorprender. Sin
embargo esta vez volvió a sorprenderlos. Precisamente en
el instante en que los sabuesos creyeron que iba a
despertar, él, sencillamente, soñó que se dormía. Despistes y Franquezas 1990 |
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